martes, 11 de marzo de 2008

La hora de los halcones

Comando Sur, atrapado en el dilema petrolero
Por: Alberto Garrido
Soldados norteamericanos dirigen una práctica militar junto a miembros del ejército colombiano en el Putumayo. Cerca de 13 unidades de fuerzas especiales, 5 brigadas móviles, 5 batallones de alta montaña y 41 pelotones de soldados campesinos han sido puestos en marcha con la ayuda estadounidense.

Estados Unidos ha extraviado la brújula para enfrentar la “amenaza emergente” que representa Chávez, tal como alguna vez la definiera el retirado general James Hill, anterior jefe del Comando Sur. Atrapado en el dilema petrolero, el Gobierno corporativo de Bush ha fallado en todos sus intentos de sostener su hegemonía en el subcontinente.

James Hill, ex jefe del Comando Sur, dejó una estructura montada en América Latina de tal magnitud que la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola, por sus siglas en inglés) sostiene en uno de sus trabajos que “el Comando Sur cumple un rol cada vez mayor y desproporcionado en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina” (‘Tendencias de los Programas Militares de EEUU para América Latina’, septiembre de 2004).

Wola señala que el Comando Sur tiene más gente trabajando sobre asuntos latinoamericanos —más de 1.600 especialistas— que los principales organismos federales civiles estadounidenses juntos. El documento afirma que “los militares estadounidenses se están convirtiendo en los principales intérpretes de los asuntos de la región”.

Más allá de la retórica democrática, que siempre negará una afirmación de esa naturaleza, la clave de la actuación del Comando Sur posiblemente se encuentre en la ampliación del concepto de lucha contra el terrorismo. Desde la colocación de bombas hasta el secuestro, pasando por el contrabando de armas, el tráfico de personas, el narcotráfico, las pandillas urbanas y el lavado de dinero son objetivos militares del Comando Sur. Paralelamente, se desarrollan programas de becas para estudios antiterroristas, formación de cuadros militares o policiales (Plan Soberanía Eficaz) y antisecuestros.

El paso más importante en la militarización de la política estadounidense para América Latina, cuyo epicentro se encuentra en Colombia, fue el inicio del Plan Patriota. El Plan Patriota es la respuesta a las críticas que especialistas de Washington han realizado al Plan Colombia: al diversificarse el foco de atención entre narcotráfico y guerrilla ninguno de los dos blancos ha sido ‘tocado’ eficientemente, mientras su radio de acción se ha extendido a los países vecinos.

CHÁVEZ VS. COMANDO SUR

De acuerdo con James Hill, ex jefe del Comando Sur, “Chávez es un exponente del populismo radical”, nueva categoría política que, a juicio de Hill, representa la “preocupación más seria para la seguridad junto con los narcoterroristas de Colombia, las redes de extremistas islámicos y las pandillas criminales en Centroamérica”.

Las fuertes expresiones del halcón militar fueron realizadas en su momento ante el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado de Estados Unidos, convocado para analizar amenazas a la seguridad de América Latina. Hill ha creado, con su caracterización, un concepto que orienta hacia dónde se dirige la política de globalización militar estadounidense en el continente. De acuerdo con el General, el “populismo radical” equivale, en su potencialidad desestabilizadora, “al terrorismo islámico o a la insurgencia colombiana”.

Hill recomendó al Congreso aprobar el pedido de Washington de aumentar el número de civiles y militares estadounidenses en Colombia, extender sus contratos a los grupos que desarrollan actividades militares de apoyo al Plan Colombia (privatización de la guerra) y declarar a Colombia “país clave” para Estados Unidos.

PENTÁGONO Y POPULISMO RADICAL

Cuando EEUU diseñó el Plan Colombia I, lo hizo tomando como base de ejes de su doctrina de seguridad nacional a) combatir el narcotráfico; b) derrotar a la guerrilla. El plan, que arrancó en el 2000, debía ofrecer resultados definitivos en 2005.

Entre los años 2002 y 2003 la incapacidad de golpear de manera efectiva a la insurgencia condujo a la creación del Plan Patriota, exclusivamente militar. El Plan Patriota se inició con una concentración de fuerzas colombianas (17 mil efectivos) en el sur de Colombia, la región de mayor influencia de las Farc.

El Plan Patriota debía complementarse con el Plan Frontera Norte de Ecuador, que operaría como muro de contención de la guerrilla. Con ese fin el gobierno de Lucio Gutiérrez trasladó a la frontera aproximadamente 10 mil soldados.

El derrocamiento de Gutiérrez y la posición del gobierno de Palacio de rechazar el Plan Colombia-Patriota colocaron al borde del fracaso la nueva estrategia del Comando Sur.

Paralelamente Bush acordó con Uribe extender el Plan Colombia hasta 2010 (Plan Andino). Pero las condiciones regionales son otras. Chávez, Evo Morales y el movimiento indígena Pachakutik son ahora actores políticos antiestadounidenses de primer orden. Ese fenómeno político, que no puede ser calificado de guerrilla o de narcotráfico, fue bautizado por el general James Hill en el año 2004 como “populismo radical”.

El “populismo radical” es, para el Pentágono, una nueva amenaza estratégica a la seguridad nacional de EEUU y debe ser tratada militarmente. Para el Departamento de Estado significa una simple preocupación retórica, amarrada a la evolución de la cuestión petrolera, que es de largo plazo. En la interna de la Casa Blanca el problema es radical, aunque no sea populista.

EL POLVORÍN ANDINO

El 15 y 16 de noviembre de 2005, medio centenar de jefes militares de los países andinos (Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela y Perú), junto con el jefe del Comando Sur, Bantz Craddock, y representantes del Alto Mando de Brasil, analizaron en el Hotel Marriot, en Quito, temas relacionados con la seguridad de la región. Es decir, el Plan Andino. El Plan Andino tiene en contra a Venezuela, que sostiene una política de neutralidad frente al conflicto colombiano y rechaza, a la vez, el componente bélico del Plan Colombia (ahora Andino), a la par que denuncia la posibilidad de una invasión por parte de Estados Unidos o la “extensión” de la guerra vecina.

El tablero político-militar regional es un cerco en construcción.

Por el momento la “ofensiva total” revolucionaria anunciada por Hugo Chávez sigue su curso, con el viento a su favor del aumento de los precios petroleros. La vanguardia del ataque se encuentra en el terreno internacional. Demostrada la eficacia de la diplomacia petrolera, que derrotó a la OEA el intento de implantar la “diplomacia preventiva” o “democracia preventiva” del Departamento de Estdo, Chávez ha salido al mundo a negociar, para Venezuela, un espacio cada vez más importante en el mundo multipolar.

El arma energética sigue siendo la más efectiva en el esquema de guerra asimétrica contra el imperio. Después del fracaso del movimiento Estados Unidos-Arabia Saudita para presionar el alza de la producción en la Opep (subida inmediata de precios del petróleo), Chávez sabe que es cada vez más difícil el compromiso de aquellas naciones dependientes del petróleo con las políticas estadounidenses. Por eso aprovecha para consolidar sus posiciones antiestadounidenses en el marco global.

La estrategia de Chávez opera en forma de pinzas. Por un lado utiliza el poder institucional para afianzar las posiciones revolucionarias (legitimación internacional de la democracia participativa frente a la democracia representativa, presión para fortalecer su propio lobby petrolero, firmas de nuevos convenios estratégicos con aquellas potencias emergentes o, simplemente, adversas a Estados Unidos —China, Rusia, Irán—, desarrollo de los proyectos de integración con intención revolucionaria —Petrosur, Telesur, etc.—, afianzamiento del eje revolucionario con Cuba).

Por otro lado, Chávez aprueba la actividad incesante del Congreso Bolivariano de los Pueblos (Pachakutik, en Ecuador; Frente Sandinista, en Nicaragua; MAS, en Bolivia), mientras la agitación crece en Argentina (Piqueteros) y Brasil (Movimiento sin Tierra). La mayor dificultad de Chávez, paradójicamente, se encuentra en su endeble estructura de gobierno, sobre la cual el mismo jefe del Estado lanzara acusaciones graves (corrupción, ineptitud, burocratismo).

Estados Unidos ha extraviado la brújula para enfrentar la “amenaza emergente” que representa Chávez, tal como alguna vez la definiera el retirado general James Hill, anterior jefe del Comando Sur. Atrapado en el dilema petrolero, el Gobierno corporativo de Bush ha fallado en todos sus intentos de sostener su hegemonía en el subcontinente. No ha logrado hacer arrancar el Alca (programado para enero de 2005). No ha derrotado ni a la guerrilla colombiana ni al narcotráfico. No pudo sostener el bloqueo a Cuba, cada vez más a sus anchas en la relación de integración estructural revolucionaria con Venezuela y Bolivia. Además, ha perdido el control institucional de la OEA.

Por esa acumulación de razones, a menos que se acepte que Estados Unidos ha comenzado su eclipse como primera potencia mundial, cabe esperar el rápido rediseño de políticas de Washington para América Latina y el Caribe. De ocurrir esa situación, es posible que tenga voz y mando del Pentágono, más allá de las presiones del embriagado lobby petrolero, tan eficiente en la Casa Blanca y en el Congreso.

Alberto Garrido (1949 – 2007): filósofo y analista político venezolano. Considerado uno de los autores con mayor conocimiento del proceso revolucionario venezolano y latinoamericano, era de los pocos académicos que gozaba de prestigio entre chavistas y opositores. Dirigió varios medios escritos y centro de investigación en Venezuela y América Latina.

publicado el 11 Mar 2008

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