No fue otro falso positivo del ejército, la foto así lo atestigua: los hombres del “glorioso ejército nacional” acompañados por los “parahipopótamos” le dieron muerte al bandido luego de una ardua cacería por varios departamentos del país. Un disparo en el corazón selló la suerte de la bestia. Ni siquiera le dieron tiempo a rezar a su dios, el dios africano, el de los desamparados. Lo mataron en medio de risas, aplausos, cervezas y el llanto inconsolable de algunos niños. Cuando lo supieron muerto y sin respiración le perdieron el miedo y se arrimaron a contemplar su obra.
Después vinieron esas fotos de rigor que sublevan nuestra repugnancia. No hubo abogado que interpusiera un recurso de amparo de última hora a favor del condenado. No hubo clemencia, ni piedad. ¡Le dieron sin asco! Nadie, ni siquiera los animales se salvan de la seguridad democrática. A falta de ideas ¡bueno es el plomo!
El ministerio del medio ambiente (organismo que pone el grito en el cielo cuando los animales son maltratados en un circo o en la plaza de toros) ordenó que el animal fuera ajusticiado “on the spot”, en el lugar donde se lo encuentre. Dio también otras instrucciones con macabra precisión... “que las vísceras del paquidermo sean enterradas en el lugar del sacrificio y que su cabeza y patas sean entregadas a un coleccionista privado”.
El ex gobernador de Cundinamarca Pablo Ardila hubiera sido el hombre ideal para recibir el trofeo, pero hace rato que cayó en desgracia con el gobierno de Uribe; entonces se inclinaron por el parque Jaime Duque para que la estupidez humana abochorne a las futuras generaciones.
El propio Ministro de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial Carlos Costa Posada fue quien avaló personalmente la medida. No hay nada más conmovedor, más aterrador y caricaturesco que escuchar a un burócrata brindar explicaciones. Una persona que no tiene sensibilidad no tiene nada.
Dormir al animal con una inyección y luego transportarlo en helicóptero a su hábitat natural o a un zoológico, como hacen las sociedades civilizadas, hubiera sido portada en todos los diarios del mundo. Hubiera despertado esa simpatía y solidaridad la cual carece, bueno es recordarlo, el gobierno de Uribe en el exterior. “Un gobierno que salva de su exterminio a una especie no puede ser una mala administración", hubieran repetido al unísono RCN, CNN, EL TIEMPO y la liga de madres solteras de Mozambique.
La realidad es que hoy una fotografía grotesca, insultante y primitiva recorre el mundo: unos soldados del ejército regular colombiano posando junto a la bestia sacrificada como vulgares reducidores de cabezas africanos. Estoy seguro, casi, que no fueron los militares quienes ultimaron al animal, pero la historia no registra las apariencias.
El gobierno que tomó posesión de los bienes de los narcotraficantes sabía que esa acción también implicaba compromisos, responsabilidades y políticas claras. Del mismo cuero podría haber salido la correa que les diera protección a esos animales. No todo se reduce a “licuar” dineros mal habidos y ladrillos.
La viceministra del medio ambiente, Claudia Mora, una mediocridad local que hace alarde de su ineptitud, dijo que se mató al animal porque representaba una “amenaza pública”. Con ese criterio ningún congresista o político regional estaría a salvo, ni siquiera ella.
La actuación de la Corporación Autónoma Regional de Antioquia (Corantioquia), entidad encargada de la ejecución de las políticas sobre el medio ambiente en esa zona, también fue lamentable.
“Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de
cacería seguirán glorificando al cazador”
Por Juan Linares
Después vinieron esas fotos de rigor que sublevan nuestra repugnancia. No hubo abogado que interpusiera un recurso de amparo de última hora a favor del condenado. No hubo clemencia, ni piedad. ¡Le dieron sin asco! Nadie, ni siquiera los animales se salvan de la seguridad democrática. A falta de ideas ¡bueno es el plomo!
El ministerio del medio ambiente (organismo que pone el grito en el cielo cuando los animales son maltratados en un circo o en la plaza de toros) ordenó que el animal fuera ajusticiado “on the spot”, en el lugar donde se lo encuentre. Dio también otras instrucciones con macabra precisión... “que las vísceras del paquidermo sean enterradas en el lugar del sacrificio y que su cabeza y patas sean entregadas a un coleccionista privado”.
El ex gobernador de Cundinamarca Pablo Ardila hubiera sido el hombre ideal para recibir el trofeo, pero hace rato que cayó en desgracia con el gobierno de Uribe; entonces se inclinaron por el parque Jaime Duque para que la estupidez humana abochorne a las futuras generaciones.
El propio Ministro de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial Carlos Costa Posada fue quien avaló personalmente la medida. No hay nada más conmovedor, más aterrador y caricaturesco que escuchar a un burócrata brindar explicaciones. Una persona que no tiene sensibilidad no tiene nada.
Dormir al animal con una inyección y luego transportarlo en helicóptero a su hábitat natural o a un zoológico, como hacen las sociedades civilizadas, hubiera sido portada en todos los diarios del mundo. Hubiera despertado esa simpatía y solidaridad la cual carece, bueno es recordarlo, el gobierno de Uribe en el exterior. “Un gobierno que salva de su exterminio a una especie no puede ser una mala administración", hubieran repetido al unísono RCN, CNN, EL TIEMPO y la liga de madres solteras de Mozambique.
La realidad es que hoy una fotografía grotesca, insultante y primitiva recorre el mundo: unos soldados del ejército regular colombiano posando junto a la bestia sacrificada como vulgares reducidores de cabezas africanos. Estoy seguro, casi, que no fueron los militares quienes ultimaron al animal, pero la historia no registra las apariencias.
El gobierno que tomó posesión de los bienes de los narcotraficantes sabía que esa acción también implicaba compromisos, responsabilidades y políticas claras. Del mismo cuero podría haber salido la correa que les diera protección a esos animales. No todo se reduce a “licuar” dineros mal habidos y ladrillos.
La viceministra del medio ambiente, Claudia Mora, una mediocridad local que hace alarde de su ineptitud, dijo que se mató al animal porque representaba una “amenaza pública”. Con ese criterio ningún congresista o político regional estaría a salvo, ni siquiera ella.
La actuación de la Corporación Autónoma Regional de Antioquia (Corantioquia), entidad encargada de la ejecución de las políticas sobre el medio ambiente en esa zona, también fue lamentable.
“Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de
cacería seguirán glorificando al cazador”
Por Juan Linares
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