lunes, 3 de diciembre de 2012

En debate sindical en Bogotá llaman al rescate de la CUT

Un rico análisis sobre el presente y futuro de la Central Unitaria de Trabajadores CUT tuvo lugar en el debate realizado en Bogotá el pasado jueves 29 Noviembre con participación de representantes de varios sindicatos y organizaciones de pensionados.



William Martínez, en representación de la Comisión Sindical Distrital del Partido Comunista Colombiano PCC expresó el saludo de bienvenida y ratificó el interés de esta fuerza de la izquierda y demás sectores sindicales clasistas de aportar todas sus energías y experiencias en la tarea de retomar en la presente etapa preparatoria del VI CONGRESO DE LA CUT, principal central de los trabajadores, las conclusiones del congreso anterior, las cuales ni siquiera están publicadas en la página Web de la CUT.


En el panel desarrollado en el Auditorio Eduardo Umaña Mendoza del sindicato SINTRATELEFONOS intervinieron los compañeros Jorge Gamboa, Responsable Asuntos Minero – Energéticos, CUT Nacional sobre el tema “Debates centrales hacia el VI Congreso de la CUT”; Joaquín Romero, Presidente FUNTRAENERGETICA expuso sobre “Federación Sindical Mundial
–FSM- y Conclusiones Encuentro de Trabajadores y Sindicatos Clasistas”  y el tema “Sindicalismo de industria en las telecomunicaciones” estuvo a cargo del compañero Carlos Velásquez, responsable de formación SINTRATELEFONOS. Los asistentes aprobaron la propuesta de agenda 2013 hacia el VI Congreso de la CUT, que incluye un plan de encuentros sindicato por sindicato, con los trabajadores de las bases para escuchar sus preocupaciones e inquietudes e involucrarlos en la batalla del rescate de la CUT.


En la plenaria final del debate hubo mucha participación de dirigentes sindicales preocupados por la influencia de corrientes y doctrinas conciliadoras e inmovilistas al interior del ejecutivo nacional de la CUT, conllevando a una situación en la que  la central de trabajadores y un grupo destacado de sus dirigentes se mantienen al margen de los principales temas y luchas del pueblo colombiano como la necesidad de buscarle una salida civilizada al conflicto interno; confrontación radical a las nefastas políticas neoliberales del gobierno nacional y compañías multinacionales contra los paupérrimos salarios de los trabajadores y el pueblo en general.


Los sindicalistas valoran el notorio avance y fortalecimiento en Colombia y varios países de la región de la Federación Sindical Mundial –FSM- por lo que llaman al conjunto de la clase trabajadora para que hagan suyas las conclusiones del Encuentro de Trabajadores y Sindicatos Clasistas realizado en el mes de septiembre en Bogotá


A continuación publicamos el texto completo de la ponencia del compañero Hugo Flórez, del sindicato Sinprofuac y Aspu:



Sindicalismo  de clase

HUGO MANUEL FLÓREZ A

Un Sindicato es un instrumento de lucha. De lucha económica, social y política. Un sindicato no es un instrumento de conciliación social con el patrón o con los amigos que son amigos del patrón. Los patronos se asocian en gremios para promover y proteger sus intereses, que nunca coinciden con los intereses de los trabajadores o de las clases trabajadoras. Los intereses de unos y otros son contradictorios.


Siempre ha sido así. Siempre ha sido interés de los patronos maximizar su ganancia o su tasa de ganancia, interés contrario al de los trabajadores quienes tienen el interés peculiar de maximizar su propia tasa de ganancia proveniente de su trabajo: he aquí por qué los intereses de unos y otros son contradictorio: porque son inversamente proporcionales… A mayor ganancia del patrón menor ganancia del trabajador y viceversa.


Los patrones y los trabajadores pertenecen a distintos grupos sociales, diferentes por sus roles económicos y por su modus vivendi. Estos dos grupos sociales, diferenciados por sus roles y por sus modus vivendi constituyen dos clases sociales cuando a éstas se les agrega el interés (de clase) y la conciencia de ese interés, de modo que todo cuanto las dos clases realicen y organicen tiene siempre la finalidad de mantener y mejorar sus respectivos modus vivendi. Esta contradicción es la que históricamente hemos denominado la irreconciliable contradicción entre el capital y el trabajo.


Ahora bien, para mantener y/o mejorar ese modus vivendi esas dos clases sociales construyen instrumentos reivindicativos de acción económica y de acción política: la clase de los patronos construye gremios, sectoriales y generales, que son organizaciones de acción económica y política de la clase económica y políticamente dominante, y la clase de los trabajadores, que es la clase que produce la riqueza social aun cuando no sea la clase económica y políticamente dominante, construye Sindicatos, sectoriales y generales, de gremio o de industria, que también son instrumentos de acción económica y política, instrumentos en los cuales se encuentra a la base de su construcción y de su acción el interés de clase. Por ello, tanto gremios como Sindicatos han sido y son instrumentos de acción de clase.


La ANDI (Asociación Nacional de Industriales) en Colombia, por ejemplo, es un gremio patronal, que representa los intereses industriales de la clase económica y políticamente dominante. Y nunca hemos visto que de parte de este gremio salgan iniciativas que mejoren el modus vivendi de los trabajadores colombianos. Al contrario, este gremio siempre ha hecho causa común con las iniciativas del gobierno –porque éste siempre ha sido su gobierno, es decir, el gobierno de la clase económica y políticamente dominante-, sobre todo mediantes sus estrategias aperturistas y sus reformas tributarias que han golpeado históricamente al trabajo en Colombia, esto es, a los trabajadores colombianos, reduciendo progresivamente su bienestar y su modus vivendi y desconociendo unos derechos que las movilizaciones populares y la lucha sindical -de los Sindicatos de clase- han conquistado en histórica lucha reivindicativa y política contra el poder del capital. Se colige, pues, que toda acción gremial es una acción de clase, como toda acción sindical es una acción de clase.


Hoy, tanto como ayer, el concepto de Sindicalismo de clase está a la orden del día. Y lo estará,  sin duda, mientras las diferencias entre quienes concentran la riqueza y los desposeídos, los sin tierra, los sin techo, sin trabajo, sin derechos… no desaparezcan. Además,  su lucha encuentra  vigencia en el hecho histórico y demostrable según el cual los Estados siguen representado exclusivamente, y de manera excluyente, solamente los intereses de la clase económica y políticamente dominante. El clasismo como decisión sindical apunta, principalmente, a la lucha contra ésa exclusión determinada desde el Estado, contra las insultantes condiciones de desigualdad creadas desde el Estado. Por eso,  al invitar a asumir una acción y una identidad sindical de clase con la exigencia de identificar quién (es)son los explotadores y quién(es) los explotados, quiénes los gobernantes ahítos de riqueza y quiénes los gobernados, cuya sobrevivencia y bienestar se cifra en el trabajo y las posibilidades de trabajo que surjan de las relaciones sociales, no se riñe ni se contrapone con las manifestaciones específicas que adopte la agremiación sindical de acuerdo con la realidad que vive una colectividad, ni tampoco con la características que tengan los trabajadores de acuerdo a los escenarios donde encuentren y desempeñen laboralmente. El sindicato clasista igual incluye en sus demandas a quiénes son explotados por las multinacionales, a quienes son trabajadores rurales (sin tierra), a quienes están depuestos de la formalidad laboral (informales), y a quienes haciendo parte de esa gran masa de desempleados son excluidos por un sistema económico que los pauperiza, los expulsa y les desconoce su derecho fundamental al trabajo, pero que en general los somete a todos como esclavos ante unas condiciones de competencia  y oportunidad regresivas, que  los despoja  de toda  garantía laboral e, inclusive, salarial.


El Sindicalismo clasista, tiene como fundamento organizacional, político y  de acción la identidad  de clase, esto es, la comunidad de intereses y su comprensión inmediata de que su querella dirigida ante todo contra un patrón que le niega sus derechos y  le explota económicamente. En  cuando  a la organización, respeta la estructura interna de todas las formas de reivindicación laboral, entendiendo que la identidad no significa homogeneidad. Por el contrario, convoca la diversidad de cada sector, de cada  gremio,  de cada asociación en torno al objetivo político que los identifica: la lucha de la masa trabajadora (en su múltiple gama realidades y concreciones)  contra el patrón, ya sea éste el Estado, la multinacional o la empresa,  pues como identidad  es quien  la  explota,  la  somete y le niega el derecho  fundamental al trabajo sin distinguir si esa masa hace parte de los trabajadores formales, informales o desempleados.


Ahora  bien,  con las  formas  de explotación  que  ha  asumido  el capital  en su fase neoliberal la clase obrera o la clase de los trabajadores  ha venido siendo sometida a formas de trabajo que la desestructuran en la práctica: la satelización, la globalización, la fragmentación factorial de los procesos de producción, la deslocalización de la unidades productivas, la individualización y aislamiento de la producción y la desestructuración del mismo concepto de trabajo,  revierten desafortunadamente en la pérdida de identidad
de clase. La desconcentración de la empresa,  el  flujo de capital y la flexibilización laboral  han hecho que sea el individualismo, la competitividad  y la despolitización las que apañen y velen la comprensión  de la  tensión  histórica  entre  capital/ trabajo y que sean las luchas fraccionarias y  la pérdida de identidad de clase las que se impongan. Y si  a ello -debemos  decirlo- se suma  que la crisis  sindical por disminución de afiliaciones, criminalización de la protesta,  vulneración del derecho  de asociación, disolución  de sindicatos y la intensa mala propaganda de que han venido siendo víctimas desde los años 90, especialmente, el concepto de identidad de clase se ha ido diluyendo, perdiendo, por lo cual es urgente volver sobre él, como referencia histórica de organización y lucha,   como forma de resistencia  y,  sobre  todo, como acción política  sindical prevalente.


Recuperar los principios del Sindicalismo de clase, hoy significa eliminar las diferencias circunstanciales de ubicación en el proceso productivo de quienes producen la riqueza social;  significa superar las crisis y consolidar la unidad sobre las reivindicaciones de los trabajadores  que se desenvuelven  en un mundo laboral envilecido progresivamente por  neoliberalismo, sometidos a la deshumanización del capital y esclavizados bajo unas formas de trabajo que, cada vez más, marcan una regresión existencial, cultural y legal en la vida de los trabajadores. Por  eso  es urgente construir frente común de clase  que haga resistencia no solo a las dinámicas arrasadoras  del capital,  sino  a los modelos de desarrollo; a las políticas económicas; a las  reformas  laborales, tributarias, educativas y de justicia que se constituyen en el nicho perfecto que legitima la ilegalidad y el sometimiento de la clase trabajadora.


Ese frente común exige antes que nada el regreso a los conceptos y estrategias básicas  de la lucha  sindical como son el  principios de la identidad, la consolidación de  clase trabajadora, la distinción original entre exploradores y explotados, y aquella que usualmente se refunde con la propaganda de una presunta neutralidad: el papel  del Estado como patrón, ya sea porque  contrate, explote o permita y promocione el usufructo y el sometimiento de la gran masa trabajadora,  Estado que bajo cualquier forma de gobierno solamente garantiza los intereses del capital  y  no el  bienestar  de los trabajadores –a los que engañosamente llama ciudadanos... 


Volver sobre la identidad de clase, el Sindicalismo de clase, el Sindicato de clase, posibilita la construcción de estrategias, tácticas y herramientas, igualmente  de clase, que sirvan para exigir y garantizar los derechos de los trabajadores, hoy sometidos intensiva y desvergonzadamente a la propaganda neoliberal de la que venimos siendo víctimas desde mediados de los años 90 del siglo pasado; ésta, desdibujando nuestra identidad, pretende borrar en el discurso político y académico las diferencias entre las clases sociales, los intereses antagónicos de clase que la vida misma y el mismo modus vivendi de los actores establece aún contra su voluntad, y las diferencias y la consistencia misma de los instrumentos de acción que las clases mismas han forjado históricamente para batirse en el escenario político –tal, la lucha frontal entre los gremios y los Sindicatos; tal, la contradicción entre gobiernos, estado y partidos de oposición. Hoy –como ayer, tenemos que reconocerlo todavía- son los Sindicatos de clase y los partidos clasistas los llamados a confrontar al modelo económico y al estado clasista y excluyente que apenas necesitó de 22 años para hacer de Colombia el cuarto país más desigual del planeta y que de manera cínica y con el discurso de la violencia se atreve a hablar de democracia en un escenario económico y político tan excluyente.



Durante los últimos 22 años en Colombia ha dominado la política de la concertación de clases, del pluralismo sin límites, de la renuncia a la lucha reivindicativa y a la acción política de masas porque la violencia estatal y los sucesos de finales de los años 80 del siglo pasado, desmoralizaron el liderazgo obrero y de los trabajadores,  y, además, porque  se ha utilizado la propaganda intensiva como un arma de desestructuración efectiva para arremeter desde el fraude histórico contra la naturaleza, la legitimidad, la  acción  y los derechos del sindicalismo. De tal suerte que durante todos estos años las clase económica y políticamente dominante, y su aparato estatal, ha querido señalar, trasmitir, hacer creer y enseñar –como cree que lo hace ingenuamente todavía- que la clases sociales no existen, que no hay intereses de clase y que los intereses sociales en general son tan abstractos que son irrepresentables, pues la sociedad está constituida por individuos aislados que apenas pueden promover muy limitadamente algunos pocos de sus concretos intereses personales: en la sociedad post moderna no es posible la agregación de intereses ni menos aún la representación ni la reivindicación directa de los intereses de clase
porque las clases no existen; existen solo los estratos, apenas útiles para pagar servicios públicos porque para tributar siempre son iguales: ¡qué democracia tan monótona, gris y miserable la que describe sobre unos textos grises y vacíos de realidad la sociología neoliberal y posmoderna del esclerótico anciano capitalista que apenas se sostiene sobre bombardeos y fusiles!...


Es hora, pues, de volver a posicionar y reivindicar el Sindicalismo clasista. La política de concertación de clases y de entrega de los intereses de la clase trabajadora a los intereses del capital transnacional ha fracasado. Todo el paquete legislativo que se ha venido implementando en la nación durante los últimos 22 años no solamente ha empobrecido a las clases trabajadoras, no solamente las ha envilecido materialmente sino que también lo ha hecho política y moralmente hasta tal punto que, inclusive, han convertido sus instrumentos de lucha en dóciles aparejos (los sindicatos pluralistas que recogen los intereses del patrón) con los que se golpea a los propios trabajadores y donde asoman de cuando en cuando en apariencia –pero con mucha frecuencia- las orejas y las garras y los dictados de los patronos y de sus gremios.



Por eso, aunque con conceptos propios de la postmodernidad se señale que lo que está sucediendo ahora se debe a la resignificación –odiosa palabra posmoderna cuya hipocresía proscribe aún el mismo diccionario- de las ideas de Sindicato y de Sindicalismo de clase, quienes vivimos el día a día, como empleados, cualquiera sea nuestro nivel de educación y de contratación; quienes tenemos que vivir la humillación de estar contratados  de manera indigna; quienes no vemos garantizado nuestro derecho fundamental al trabajo; quienes nos  encontramos criminalizados por ejercer el derecho a la libre asociación  y ser sindicalistas;  quienes sobrevivimos a quienes  han sido  asesinados por su lucha sindical, sabemos que no se ha  resignificado nada, pues de haber sido así, lo que cambiaría la significación, en este caso, no serían los  conceptos  sino la valoración del significado, es decir, el sentido. Aquí no se ha equilibrado nada, la tensión entre capital/trabajo es más fuerte, la zanja  entre los que  poseen todo y quienes no tienen nada es más  honda  y espaciosa,  la definición de quienes  poseen la riqueza y engrosamos la pobreza  es nítida. El que la forma de los capataces haya cambiado no quiere decir que no haya centros definidos de poder;  el que hayan acabado con la empresa para llevar  al domicilio y a la familia la pauperización de ésta con nombre de micro empresa no quiere decir  que el capital se haya redistribuido, ni que el mundo esté plagado de empresarios.



Por  eso, asumir, sin posicionamiento de clase estas ideas neoliberales que cuentan con teóricos posmodernos que les hacen eco y las legitiman  en  los ámbitos  educativos y productivos es darle la espalda a la clase trabajadora de este país, es no reconocernos nosotros mismos…  O, ¿es que acaso los profesores universitarios, no hacemos parte de esa clase?; ¿es que todos pertenecemos a la élite del conocimiento y somos los productores de ciencia?; acaso, ¿la posición del científico está por encima de la posición de clase?; ¿todos tenemos las más altas garantías laborales?, ¿todos tenemos nuestras condiciones económicas resueltas? Pareciera que no. Alrededor del 80% de los profesores universitarios de las Universidades Públicas estamos siendo deslaboralizados, y el 20% restante que pertenece a la planta viene perdiendo rápida y progresivamente sus derechos… ¡y no tenemos un estatuto único docente!


Y hoy, en la coyuntura de clase que se evidencia en la lucha de los estudiantes,  no solo colombianos sino latinoamericanos,  en la lucha de trabajadores sindicalizados, informales, desempleados,  la lucha de los  sin derechos,  queda  más que demostrado que no por concertar con el patrón, por hacerle eco al modelo,  por casarnos teóricamente  con un discurso postmoderno nos salvamos del actual estado de miseria y violencia de la nación colombiana; quienes así lo pensaron terminaron siendo cooptados y desempeñando, indignamente, un puesto en las burocracias segundonas con el que el patrón les paga sus flacos servicios y sus traiciones. Esto no es una idea sin piso, es la demostración histórica de que las perversiones y acechanzas en cooptación y burocratización, tienen también  esas formas de expresión  en concordancia  con el modelo que se impone, y no son nuevas,  son tan reales como lo ha sido  la acción sindical honesta, comprometida y digna.


En consecuencia, quienes nos identificamos con la clase obrera, quienes nos definimos como trabajadores de la educación superior en Colombia, también llamados profesores universitarios, quienes pensamos que nuestras agremiaciones y nuestras nominaciones no riñen con las condiciones de los profesores de básica primaria y secundaria –auténticos y verdaderos constructores de la nación, quienes, escuela por escuela, vereda por vereda, camino por camino, aula a aula, crean y difunden la cultura nacional– pensamos, nos llamamos y construimos acción sindical de clase, pues todos desde nuestros diferentes espacios, condiciones, categorías y organizaciones gremiales enseñamos que para conquistar el derecho se debe organizar la queja y definir el interés de clase, con el ánimo exigir y existir en condiciones
humanas  dignas.


Quienes pensamos  así y nos identificamos  con la  lucha  histórica de los Sindicatos de clase, nos negamos a  resignificar –¡que interesado concepto¡- el concepto de clase social ni el concepto de Sindicato clasista, sencillamente porque la realidad –la misma que padecemos día a día– ni los ha eliminado  ni los ha superado, y los conceptos cambian de significación o se vuelven inútiles solamente cuando la realidad cambia, y la nuestra no ha cambiado desde hace 150 años. La nuestra es agravada dramáticamente desde hace 22 años. Por ello, los afiliados a distintas agremiaciones sindicales que nos consideramos sindicalistas en tanto pertenecemos a una clase explotada por otra clase explotadora, reivindicamos nuestras querella y nuestros pliegos y petitorios como posiciones de clase y reivindicaciones de clase en cuanto que nuestra lucha aunque es inicialmente económica, y cubre nuestras necesidades de trabajadores y la mejora de nuestro bienestar, no obstante,  nunca ha renunciado –como no renunciamos a nuestra identidad– a ampliar los objetivos de nuestros litigios, a la solidaridad y agregación de otras causas reivindicativas de todos los trabajadores , pues así posibilitaremos un salto cualitativo a nuestra lucha, que devendrá en acción y participación política, y nos convertirá, como quería V.I. Lenin, en Tribunos Populares –que así tenemos que hablar, cuando superemos las limitadas reivindicaciones de nuestros propósitos economicistas.


Un Sindicato clasista es siempre un instrumento de lucha política.

ASOCIACIÓN SINDICAL DE PROFESORES UNIVERSITARIOS
COMITÉ DE VINCULACIÓN ESPECIAL





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