jueves, 23 de septiembre de 2010

La gallina puso un huevo


La gallina puso un huevo. Es en forma de libro. En él despotrica de sus compañeros de cautiverio. Habla mal de ellos, como lo ha hecho toda la vida de otros.

Eso sí, cada día, la gallina necesita ser montada para dar huevo. Todos los días. Los gallos cantan –Luis Carlos, Keith, el cabito-, y la gallina se baja del gallinero. El gallo más hábil y rápido se tira desde su sitio de rey, la persigue –en el jueguito de que si te agarro, te como- y cuando ya se siente vencida, se agacha para que el gallo ”rácate pum chin chin”, se suba. Y se sube.

Pobre gente que en sus miserias del olvido de un estado que no los quiere, se enfrentan a las miserias de sus personalidades. En esos sitios aflora totalmente la personalidad de un individuo. Su egoísmo, sus frustraciones y traumas, sus desmedidos apetitos sexuales, etc. Es natural. Ellos no cuentan con el recurso psicológico del ”colectivo” que los ayuda, que en sus reuniones les corrige, que los critica y se autocritican, que internalizan sus problemas en aras del triunfo del bien común.

La gallina vive su vida. En Paris. Se dedica a hablar mal de sus amigas y amigos. Como siempre. Es una inveterada costumbre de su ”sociedad” y de su talante. Y todas las mañanas se baja del gallinero y sale corriendo… espera sentir los golpes de los gallos que se tiran de su troja para pisarla… No los siente y queda vacía. Es que los polvoretes son más lindos en la selva, en donde reinan tus instintos animales sin ninguna talanquera.

"Lo que se vivió en la selva se queda en la selva…", pero ella, la gallina, tiene necesidad de contarles cómo la deseaban los gallos…

Reflexiones

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