martes, 8 de enero de 2008

La mentira


Por:Iván Cepeda Castro

Por primera vez en muchos años, el país, acompañado de un amplio respaldo internacional, estaba a punto de presenciar un acto que estimulara la confianza en que es viable encontrar una salida definitiva al conflicto armado. De comprobarse, por parte de fuentes independientes, que las FARC no tenían en su poder a Emmanuel cuando ofrecieron la liberación unilateral, y que mintieron para ocultar ese hecho, estaríamos ante una nueva demostración de crueldad en el tratado a los secuestrados, y ante un burdo intento de engaño a los observadores internacionales.


No obstante, esa hipotética situación no validaría la afirmación del alto comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, quien asegura que este gobierno nunca miente. El gobierno miente en forma sistemática y la mentira ha sido un componente esencial de su política. El gobierno fabrica toda clase de encubrimientos, tergiversaciones, y desfiguraciones de los hechos. Para ello utiliza una amplia gama de estrategias: montajes, fingidos atentados y amenazas, “falsos positivos”, distorsiones estadísticas, calumnias contra opositores, defensores de derechos humanos y periodistas; sofismas de distracción, espionaje e interceptación telefónica, manipulación del dolor de las víctimas, invención de pruebas y testigos, falsificación de documentos. El método más eficaz del gobierno en este campo es haber implantado la delación como procedimiento de información, y pretender que dicho mecanismo se transforme en una práctica social generalizada. Cuando el Presidente de la República o sus colaboradores han sido sorprendidos en flagrancia, o cuando se ha logrado desmontar sus embustes, el recurso final de esta cadena de artificios ha sido el reconocimiento cínico de la verdad, minimizando su importancia, y equiparando actuaciones ilícitas a simples “errores”.


El propio comisionado Restrepo suele mentir. Mintió al injuriar al senador Rafael Pardo, acusándolo de haber fraguado un complot con la guerrilla. También mintió cuando negociaba los turbios acuerdos con los paramilitares, como lo demostraron las grabaciones de sus conversaciones con Mancuso en las que le decía que no iba a revelar públicamente los homicidios que se estaban cometiendo en Santa Fe de Ralito para evitar un escándaloAl parecer el Comisionado en más de una ocasión les aconsejó a los paramilitares mentir y encubrir sus crímenes, como aparece en el libro Confesiones de un paraco: “Algo que nos advirtió el señor Comisionado de Paz fue que nos cuidáramos de ‘tener líos con los organismos de Derechos Humanos internacionales’. […] Según el Comisionado de Paz hasta con dos años no más de cárcel pagaríamos (sic.), si hacíamos las cosas bien, o sea, si no dejábamos rastro del más mínimo delito contra vidas humanas” (‘José Gabriel Jaraba’, Intermedio Editores, Bogotá, 2007, pp. 150 y 151). Luego del anuncio de la liberación unilateral de secuestrados por parte de las FARC, en una entrevista que concedió al periódico El País de Cali, el Alto Comisionado aseveró que si lo secuestran a él no quiere que su familia “salga con carteles a la calle” y que en cambio “asuma con dignidad lo que sucedió”. Tales afirmaciones revelan su desprecio por el largo camino que han recorrido los familiares y las víctimas del secuestro. Restrepo no está calificado para facilitar los acercamientos hacia el acuerdo humanitario ni mucho menos para buscar la paz. Por eso, su renuncia y el nombramiento de un funcionario idóneo y veraz, que considere prioritario el respeto a las víctimas del conflicto armado, sería una buena contribución a la acción humanitaria y a la búsqueda del fin de la guerra en Colombia.
LA RESPUESTA DE LUIS CARLOS RESTREPO
Bogotá, enero 6 de 2006SeñorIván Cepeda CastroLa CiudadEstimado señor:Tuve la oportunidad de conocerlo personalmente, mesesdespués de la muerte de su padre, cuando Usted y sufamilia elaboraban el duelo que les dejó tan sensiblepérdida. Me solidaricé entonces con su sufrimiento,actitud que no ha variado con el transcurso de los años. Ni siquiera ahora, cuando expresamos opcionespolíticas opuestas en el seno de la democracia.
En una de las primeras reuniones de lo que después seconvertiría en la Asamblea Permanente de la SociedadCivil por la Paz, propuse que ese colectivo deorganizaciones civiles se llamara Manuel CepedaVargas, en atención a la forma persistente como lamemoria de su padre era invocada en dichas reuniones.Antiguos compañeros de su padre en el PartidoComunista, allí presentes, consideraron inconvenientela propuesta.
Seguí con atención su reproche simbólico a lapresencia de los jefes paramilitares en el Congreso dela República el día 28 de julio de 2004, acto que comobien saben sus organizadores no compartí porconsiderar inoportuno, razón por la que no estuvepresente. Y leo con cuidado y respeto sus columnas,donde expresa su militancia humanitaria desde el puntode vista de las víctimas. Lamento sin embargo sucolumna del día de hoy en El Espectador, titulada “Lamentira”, en la que descarga sobre mí infundadasacusaciones, mostrándome como un mentiroso patológicoy aliado de los paramilitares.
En torno a los hechos por Usted mencionados, mepermito recordar que en investigaciones adelantadaspor la Fiscalía y la Procuraduría sobre las denunciaspor injuria y calumnia presentadas en mi contra por eldoctor Rafael Pardo, se concluyó el cierre de lainvestigación en Fiscalía y la absolución por parte dela Procuraduría. No tiene sentido que insista Usted enseñalarme como responsable del mismo hecho encontravía del pronunciamiento de las autoridadesjudicial y disciplinaria competentes.
Sobre las conversaciones en la Mesa de Diálogo deSanta Fe Ralito, grabadas y filtradas por lasAutodefensas en septiembre de 2004 con el únicopropósito de sacarme del cargo por no compartir miposición vertical de defensa de las instituciones,debo recordarle que jamás dije en ellas “no revelar públicamente los homicidios que se estaban cometiendoen Santa Fe de Ralito, para evitar un escándalo”, comoUsted lo afirma. En dicha grabación, al contrario,exijo con carácter y vehemencia se cumpla el cese dehostilidades y doy cuenta con la debida prudencia dedenuncias que se están investigado por las autoridadescompetentes, como corresponde a un funcionariorespetuoso de la autonomía de la justicia y la reservadel sumario.
Finalmente, conozco por primera vez la afirmación queUsted toma de un libro publicado por IntermedioEditores, donde alguien, cuyo nombre no revela, meacusa de sugerir a los paramilitares en proceso dediálogo esconder sus crímenes. Se trata de unaafirmación injuriosa. No es ese mi talante, ni misprincipios éticos me permiten actuar de esa manera.
Para completar la forma perversa y caricaturesca comoUsted me presenta ante la opinión, hace referencia aunas declaraciones mías a la prensa sobre una decisiónpersonal que comparte mi familia, para mostrarme comopersona que desprecia a las víctimas. Pido respeto,señor Cepeda, por mi opción personal, que compartenmuchos colombianos. En caso de ser secuestrado, hepedido a mi familia que no acepte comunicación con lossecuestradores ni entre en su juego de salir a pedirque me intercambien por peligrosos criminales queestán en las cárceles. He pedido que dejen el caso enmanos de la Fuerza Pública y del Presidente de laRepública, como corresponde en un Estado de Derecho.
En vez de recibir injurias personales, prefiero señorCepeda adelantar con Usted un debate ético en torno ala forma de manejar el sufrimiento. Muchas vecesescuché a los jefes paramilitares justificar suscrímenes amparándose en su condición de víctimas.Igual argumentación he escuchado de la guerrilla. Y ennombre de las víctimas, la Presidenta de las madres dela Plaza de Mayo en Argentina, acaban de decir que hayque creerles a las FARC y no al Presidente Uribe. No basta con invocar la condición de víctima. Esnecesario además canalizar el dolor y el afán dereparación de manera constructiva, para no caer en elchantaje de los victimarios ni en la tentación deconvertirse en vengador que perpetúa el ciclo de lasviolencias. Para este debate, de cara al país, puedeUsted contar conmigo.
Atentamente,
Luís Carlos Restrepo Ramírez

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