Por: Luz Marina López Espinosa
“Yo pisaré las calles nuevamente
De lo que fue Santiago ensangrentada,
Y en una hermosa plaza liberada
Me detendré a llorar por los ausentes”.
P.M.
Salvador, tu nombre es esperanza. Porque si ese nefando once de septiembre la odiosa garra que traspasa las fronteras le notificaba al mundo -¡otra vez!- que su zarpa se descargaría contra el pueblo que osara izar las banderas de su destino, si ese once de septiembre se imponían la cobardía y la traición –palabras del profeta- también ese día, en el momento supremo, “con el metal tranquilo de mi voz”, dejaste el más valioso testamento que le podías legar a tu pueblo.