martes, 22 de junio de 2010

Reflexiones desde La Chagrita


Para empezar, resulta muy extraño que un botín como el general Mendieta y dos coroneles, estuvieran custodiados sólo por seis guerrilleros que no ofrecieron resistencia contra el Ejército ni atentaron contra los rehenes, sino que salieron corriendo, como en una película de dibujos animados. Si esto es verdad, los de las FARC no son esos terroristas sanguinarios que nos pintan sino unos verdaderos imbéciles. Y bajo esa misma premisa, tampoco se necesitaría un ejército tan caro y numeroso para combatirlos. Ahí hay gato encerrado. ¿No será, quizás, que hubo plata de por medio?

Hablando de otro aspecto de la operación, resulta raro que el comando que la llevó a cabo no tuviera entre sus implementos unas pinzas u otra herramienta para retirarles las cadenas a los liberados, si se sabe que los rehenes de las FARC siempre están amarrados así. ¿O fue que se las dejaron puestas para ambientar el posterior espectáculo?

También resulta curioso que la Operación Camaleón, aunque se estaba planeando con milimetría hace varios meses, fuera ejecutada casualmente una semana antes de la segunda y definitiva vuelta de las elecciones presidenciales, y coincidiendo con la polémica por la condena del coronel retirado Alfonso Plazas Vegas, tema éste que quedó archivado en medio de la euforia del regreso de los ex secuestrados.

Otra cuestión llamativa (y desagradable) es el uso político que el gobierno le ha dado al asunto, para lo cual ha contado con el respaldo morboso de casi todos los medios de comunicación. Después de tantos años de ausencia, uno se imaginaría que lo primero que quieren los rescatados es reencontrarse con sus seres queridos y someterse a los chequeos médicos de rigor; sin cámaras ni reporteros. Sin embargo, a ellos les clavaron tres extensas ruedas de prensa en Catam, en la Dirección de la Policía y en la Casa de Nari, donde fueron presentados como trofeos de caza. ¡Qué oportunismo!

No contentos con eso, en los días siguientes los noticieros no han ahorrado imágenes de los ex secuestrados en sus casas, con las familias, en los hospitales (el martes Mendieta salió torsidesnudo en televisión mientras lo revisaba un médico; eso es indigno). En un país decente ni la Policía ni el Ejército se prestarían para saciar el amarillismo de los periodistas; pero aquí eso se explica ante la necesidad de hacer campaña por la continuidad de la seguridad democrática.

No hay comentarios: